Producción
dramática de Lorca
Obras teatrales
La producción de Lorca
hay que contemplarla desde un antes y un después del viaje a Estados
Unidos y Cuba que realiza en 1930. La producción anterior a este viaje
tuvo diferente suerte: El maleficio de
las mariposas (1921) puede considerarse la
obra de un principiante y no tuvo éxito. Mariana Pineda, un drama romántico sobre una heroína de la época
fernandina, tuvo una discreta aceptación (1927). Dos farsas escritas entre 1921
y 1928, La zapatera prodigiosa, que
imita el teatro de títeres del s. XVI, y
El amor de don Perlimplín con Belisa en
su jardín, farsa compleja, erótica y
simbólica que estuvo censurada por la dictadura de Primo de Rivera, tuvieron que esperar unos años hasta
verse representadas.
Como decíamos, su
teatro sufre un cambio radical con el citado viaje. A ello hay que añadir las
críticas que Dalí y Buñuel a las fórmulas neopopulares de su Romancero Gitano.
En Nueva York recibe tal shock del espectáculo que la ciudad le ofrece que
cambia radicalmente de estilo tanto en lo poético como en lo teatral. En poesía
se trata de un estilo surrealista y vigoroso que rompe con su pasado reciente. Es
el caso de Poeta en Nueva York. En lo
dramático se trata de dos obras vanguardistas de difícil representación que
empieza a escribir durante su estancia en Cuba (1930) y que no tienen público convencional preparado
para asimilarlo, El público (1930) y Así que pasen cinco años (1931), ya en España. Se puede decir
que son obras irrepresentables para su época.
Con este bagaje, a la
vuelta de América, se encuentra con que la República a través de su ministro de
Educación, Fernández de los Ríos, le dota de recursos para poder llevar un
teatro itinerante por los lugares más remotos de la geografía española. Esta compañía
estatal se llama La Barraca y obliga,
en gran medida a Lorca a abandonar las tentaciones surrealistas y vanguardistas
para acercarse al drama rural. Consecuencia de este compromiso es la gestación
de Bodas de sangre (1933), Yerma (1934), Doña Rosita la soltera (1934) y La
casa de Bernarda Alba (1935). Excepto Doña Rosita la soltera, las otras tres se pueden considerar tragedias, según algunos críticos