Sociedad de espías
Esta es una sociedad de espías.
Ciudadanos que vigilan porque, acaso, se sienten vigilados. Voyeurs aburridos que sólo viven a costa
de la cotidianeidad de los otros. No hace falta más que poner la televisión, o
encender la radio, o acercarse a un quiosco de periódicos el día en que salen a
la venta las revistas semanales. Todo consiste en contarnos las intimidades de
los demás. O en dar a la luz pública las propias.
Les juro que no salgo de mi
asombro. ¿Quiénes son todos esos personajillos de tres al cuarto que desmenuzan
en público los más nimios acontecimientos de sus vidas? A veces, ni siquiera
tan nimios. Oigo y veo a mujeres presumiendo del tamaño de sus pechos, negando
o afirmando haber sido operadas, contando todas las sordideces posibles sobre
su vida más íntima, hablando de la hombría o deshombría de sus pretendidos
amantes, esparciendo a diestro y siniestro adjetivos sobre hombres con los que
supuestamente han tenido relaciones. Oigo y veo a hombres comparando sus capacidades
de seducción con otros, explayándose sobre las tersuras de las mujeres a las
que conocen, presumiendo de su poderío. Claro que hay otras y otros que se lo
montan de finos y románticos, y nos cuentan una semana el incomparable amor que
viven con no sé quién, y a la siguiente la gran desilusión del incomparable
amor que han vivido, y a la otra la nueva gran ilusión del incomparable amor
que vuelven a vivir. Los hay y las hay que muestra una y otra vez a sus hijos
mientras le limpian las caquitas, los columpian, les soportan las rabietas o
los ayudan a soplar las tartas de cumpleaños.
Y luego están los que
hacen de intermediarios para que todos ésos y ésas nos cuenten lo que nos
cuentan. Reporteros, periodistas y “comunicadores”, hincadores de dientes,
vampiros de la estupidez, idolatradores de la banalidad más absurda, filósofos
de la nada. Rosas, amarillos, verdes, irónicos, da igual. A veces los oyes
hablar, y, por el entusiasmo y la verborrea que le echan, parece que en lugar
de estar describiendo el traje que llevaba una menganita en una fiesta o el
nuevo romance de dos a los que casi no conocen ni en su casa, estén
describiendo el hallazgo de la vacuna contra el cáncer o la solución definitiva
a los problemas del Tercer Mundo.
Y en la cima de la pirámide, todos los demás.
Los millones de pares de ojos que, según parece, ya no pueden vivir sin tanta
zafiedad y ridiculez. Los que quisieran tener en sus casas toda la clase de
artilugios para vigilar la vida de sus vecinos. Los espías. Que, que final, me
temo, somos casi todos
Preguntas:
1. Resumir el contenido
del texto y señalar el tema.
2. La modalización
3. Comentario: ¿Hay que
limitar los comentarios sobre la vida
privada de otras personas en los medios de comunicación de masas?
Tema:
El censurable espectáculo
mediático de la venta de la intimidad
Resumen
La intimidad se ha convertido en un espectáculo social y
mediático. Hombres y mujeres no dudan en prestarse a este juego ordinario y
banal. Junto a los famosos, los periodistas y, finalmente, nosotros mismos constituimos
un triángulo de complicidad necesario para ello.
Tipología
Resulta relativamente fácil clasificar
este texto como perteneciente al ámbito periodístico porque está abordando un
tema de interés social y de relativa actualidad (la referencial al fenómeno de
la prensa rosa y Gran Hermano). Eltema, de por sí complejo, está abordado con
la premura que imponen los medios de comunicación. La referencia a los lectores
también se puede encontrar (les juro).
Por lo que al tipo de discurso que desarrolla, lo
atribuiremos al argumentativo-expositivo. Hay una tesis (la venta de la
intimidad se ha convertido en un espectáculo mediático) y una conclusión (nosotros
somos el tercer vértice de ese triángulo vergonzoso de la venta de la
intimidad), lo cual deja entrever su estructura de encuadre. Los ejemplos que
así lo apoyan son ejemplos sociales conocidos de todos. A la parte expositiva
le corresponden los famosos aludidos y, en términos generales, la referencia a
los medios de comunicación.
En cuanto al género, incluiremos al texto dentro del
género de opinión, más concretamente al artículo de opinión o columna, dado que
hay un tratamiento subjetivo (les juro), un léxico valorativo (verborrea, vampiros, menganita), un
plural inclusivo (somos casi todos) y
un tono desenfadado dirigido a los lectores (les juro).
Las funciones que predominan son la
expresiva (la condena taxativa del autor) y la apelativa (en el deseo vehemente
por hacérselo ver así a los lectores). Está escrito en un castellano estándar y
formal, por exigencia del propio medio, y su registro es medio porque va
dirigido al público en general. Los coloquialismos que aparecen se deben a una
cuestión de estilo dentro del propio género.