ICONOS
La cultura moderna consiste en estar
sentado, en mirar, en teclear y callar. El pensamiento ya no es una fuente de
creación ni de rebeldía. Frente a nuestros ojos discurre ahora una cinta
perenne de imágenes, cada una más excitante que la anterior, más directa, más
luminosa. Prácticamente el cerebro humano se ha convertirlo en un recipiente de
iconos, de rostros, sexos, muñecos, envases, marcas, paneles, pornos,
carátulas, solapas, videojuegos, e-mails, telediarios que hacen rodar las
tragedias por la pantalla como esa nube de algodón azucarado que venden en las
ferias y que duran solo un minuto en poder de los niños. Los carteles de
espectáculos pegados a una tapia estaban visibles al menos una mañana entera
antes de que los tapara otro reclamo, pero hoy la noria de luces superpuestas
es instantánea y convulsiva cuyo vértigo constituye ya la sustancia de la
mente. Los jóvenes hoy se alimentan de imágenes. Lo que no se ve, no existe.
El pensamiento clásico ha quedado en
manos de algunos taxistas cabreados con un mondadientes en la boca y de sus
discípulos predilectos, que son algunos articulistas, intelectuales y analistas
obsesionados con las zanjas del Ayuntamiento, con el ruido callejero y con la
dificultad para aparcar. La crisis de la existencia ha sido reducida a un
malhumor municipal, en esa charca ha sido ahogado Schopenhauer. Luego están los
moralistas sin sentido del humor y los políticos gafes que se han visto
obligados por la cultura de la imagen a teñirse el pelo y a trasquilarse las
ojeras. Con un dedo firme señalan el camino, con palabras podridas por la
halitosis te dan lecciones, pero nada es válido ya sin la alegría superficial y
gentil del facebook, nada es real sin las imágenes que se devoran unas a otras
bajo el relámpago de magnesio sobre una infinita alfombra roja que va rolando
por las esferas e introduce a los héroes del momento en nuestra cocina, en el
comedor, en el cuarto de baño, en el dormitorio y los ahoga en las dos mejillas
de la almohada donde se confunden con el sueño o el insomnio. Somos seis mil
millones de humanidad. La mitad está sentada mirando cómo la otra mitad hace el
payaso. Y así sucesivamente se va llenado el desván de nuestro cerebro de
iconos. Mirar, callar y teclear, de todo, de nada.
Manuel Vicent
Tema y resumen
(2 puntos)
Clasifique
el texto, de manera
justificada, según la tipología textual, el ámbito de uso y el género textual,
argumentando la clasificación con, al menos, dos razones diferentes. (1 punto).
Comentario personal de 30 líneas como mínimo sobre “El pensamiento clásico ha
quedado en manos de algunos taxistas cabreados con un mondadientes en la boca y
de sus discípulos predilectos, que son algunos articulistas, intelectuales y
analistas obsesionados con las zanjas del Ayuntamiento, con el ruido callejero
y con la dificultad para aparcar.”, argumentando a favor o en contra utilizando
la expresión lingüística adecuada, con coherencia y cohesión, riqueza léxica,
variedad sintáctica y corrección ortográfica (3 puntos).
Explique el
significado de estas palabras o expresiones en su contexto: el relámpago de magnesio, predilectos, halitosis,
perenne, Schopenhauer. (1 punto)
Las construcciones
impersonales (gramaticales o semánticas) en el texto. (1 punto)
Tema:
La lamentable decadencia cultural inducida por la propagación ingente
de imágenes.
La pasividad de nuestra cultura, arruinada por la difusión
abrumadora de imágenes.
Resumen:
La cultura
moderna es decididamente pasiva. Sólo se consumen imágenes de modo que las conversaciones cultas no existen.
Están reducidas a tertulias televisivas sobre problemas irrelevantes. No hay
nada mediático que tenga transcendencia ni sentido porque las imágenes inundan
y trivializan todo. Todos son cómplices de este espectáculo.
Clasifique el texto, de manera justificada,
según la tipología textual, el ámbito de uso y el género textual, argumentando
la clasificación con, al menos, dos razones diferentes.
Plantearse
cómo nuestra civilización está reducida a un consumo de imágenes en tan corto
espacio nos lleva a pensar que estamos en el ámbito periodístico. Se
trata además de un tema polémico, recurrente y de interés social. Por si esto no fuera razón suficiente, vemos
que está firmado por M. Vicent, un reconocido escritor y colaborador de El País
con una columna dominical.
La tesis que sustenta
es que las imágenes han terminado por trivializar y arruinar nuestra cultura.
Para demostrarlo se vale de ejemplos de dominio público socialmente conocidos
por lectores y autor. La tesis se repite al final del texto (mirar, teclear, callar); por tanto tiene
una estructura de encuadre. Todo lo cual nos permite clasificar dicho texto
como argumentativo expositivo. A la parte expositiva le corresponden las
referencias genéricas y los nombres propios.
Finalmente, el alto
grado de subjetividad puesto de manifiesto en el léxico valorativo y figuras
retóricas (halitosis, podridas, gafes,
etc.); el uso del tuteo genérico (te dan
lecciones); el plural sociativo (somos
seis mil millones), y el contraste entre nombres comunes prosaicos y cierto
vocabulario culto (halitosis, perenne,
Schopenhauer, etc.)nos llevan a pensar que estamos, dentro del género de
opinión, ante un artículo de opinión o columna.
En cuanto al registro, lo
clasificamos de culto-medio, formal
(en cuanto a la corrección ortográfica, léxica y sintáctica) y estándar (no hay localismos ni dialectalismos).
Algunas palabras próximas a lo coloquial hay que entenderlas estilísticamente como
acercamiento a los lectores. La funciones que predominan son la apelativa
(convencer) y la expresiva (condenar).