CONTEXTO SOCIAL LITERARIO Y CULTURAL DE LA GENERACIÓN DEL 27
La Generación del 27 se forma y se desarrolla como tal
durante los años veinte y treinta del siglo XX hasta su disgregación a
consecuencia de la Guerra Civil.
Los años veinte se viven culturalmente como un periodo de
optimismo, marcado por el carácter rompedor de las vanguardias y de la vida
moderno (el automóvil, la electricidad, la urbe, el jazz, el cine, el
deporte…). La joven intelectualidad
española parece desentenderse de la crisis de la política tradicional (por
descrédito del parlamentarismo monárquico) y vive de espaldas –no enfrentada- a
la dictadura de Primo de Rivera. Imperan el gusto por el arte puro, por la
vanguardia lúdica e intrascendente, el desapego hacia la realidad, la deshumanización.
Pero, a pesar de todo, muchos novecentistas y algunos de los
primeros vanguardistas (la élite intelectual) ven en la política el instrumento
con el que posibilitar el cambio
estético de las masas, lo cual supondría –según ellos- un verdadero cambio
ético impulsador de una nueva modernidad. La políticas se pone al servicio de
la cultura, del arte, de la literatura; la minoría puede ser así la gran
educadora de las mayorías. Priman, pues, desde una posición liberal, las ideas
por encima de las ideologías. Las
vanguardias actúan como impulsoras de las revoluciones.
Sin embargo, en los
años treinta son tiempos más difíciles. El crac bursátil neoyorquino el 29
provoca la gran depresión, los conflictos sociales se intensifican, se impone
la conciencia de que las democracias liberales son rémoras de un pasado burgués
acomodaticio e ineficaz, lo que facilita el triunfo de las dictaduras
fascistas.. En España la República lleva a cabo la revolución más osada de la
historia del País. Los artistas e intelectuales sienten que no pueden estar al
margen de las nuevas realidades sociales y humanas, creen necesaria una rehumanización del arte y la literatura
hasta el extremo incluso de poner estos al servicio de la política,
especialmente durante la Guerra Civil.
En este contexto se desarrolla la Generación del 27, que
nace con ocasión de un homenaje a
Góngora, con motivo del tercer aniversario de su muerte, celebrado en el ateneo de Sevilla en el año
27, al que acuden la mayoría de los que serán sus componentes.
Esta generación pasa por tres etapas.
Etapa de formación
(hasta 1928) Se interesan por la perfección técnica, los experimentalismos y la
pureza forma y temática; predomina, pues, la
deshumanización. Con todo, asimilan tanto las corrientes modernas como las tradicionales:
la lírica popular, los clásicos (Góngora en especial), el neorromanticismo, el
simbolismo posmodernista, la nueva poesía pura juanramoniana, las primeras
vanguardias (futurismo, cubismo, ultraísmo, creacionismo…)
Etapa de consolidación
(desde 1928-hasta la Guerra Civil). Cada miembro de la generación logra su
propia voz poética a partir de las influencias asimiladas en la etapa anterior
y, en ocasiones, fruto de crisis
personales que acentúan sus preocupaciones humanas. Se percibe, en general, una
abandono del formalismo y una progresiva
rehumanización, sobre todo
manifiesta en la adopción del surrealismo. Los difíciles años treinta también
hacen derivar el arte y la poesía hacia lo humano, lo social y lo político en
detrimento de la pureza. Durante la guerra, el compromiso político se acentúa y
la poesía se convierte en un arma de combate.
Etapa de disgregación
(a partir de 1936). Lorca es asesinado en la Guerra Civil y tras la contienda,
algunos se quedan en España, acomodados o en el exilio interior (Dámaso Alonso,
Vicente Aleixandre y Gerardo Diego), y los demás parten al exilio exterior. La poesía,
mas sencilla, se vuelve desgarradoramente humana y social, desarraigada y nostálgica
(la patria y los amigos perdidos), incluso en Jorge Guillén(más afín a la
poesía pura). Algunos de estos poetas alcanzan en la posguerra su cima poética
con textos angustiosos y existenciales, como Hijos de la ira, de Damaso Alonso.