Una vida nerviosa
Un profesor universitario amigo me confiesa desolado que
una amplia mayoría de sus alumnos son por completo incapaces de leer un libro;
y que, entre los pocos que afrontan su lectura, sólo un puñado puede
comprenderlo. Aunque recomienda a lo largo del curso diversas lecturas que
complementan sus apuntes, cuando llegan los exámenes comprueba que casi nadie
ha seguido su recomendación; y los pocos alumnos que le comentan los libros
recomendados suelen ser pícaros que recopilan en interné cuatro reseñas birriosas,
en un esfuerzo estéril por camelarlo. Pero nada ha conturbado tanto a mi amigo
como un episodio que le aconteció recientemente: un alumno le solicitó permiso
para grabar en vídeo sus clases; como mi amigo se resistía a aceptar, temeroso
sobre todo del destino que luego pudieran correr tales grabaciones (que ya
imaginaba divulgadas en youtube y, por supuesto, utilizadas para escarnecerlo),
el alumno le confesó atribulado que era incapaz de estudiar sus apuntes, porque
apenas se ponía a leerlos perdía la concentración. Sólo contemplando el vídeo
de sus clases podía llegar a aprender y memorizar las lecciones. Asustado, mi
amigo preguntó a su alumno cómo lograba, entonces, estudiar las demás
asignaturas; y el alumno le confesó que mediante el mismo método, asegurando
que por interné se pueden encontrar numerosos vídeos y presentaciones de
PowerPoint que permiten ir aprobando a cualquier universitario remolón, aunque
sea sin excesiva brillantez.
Mi amigo no es hombre abstruso ni alambicado; se expresa
en un español correctísimo, incluso levemente 'didáctico', y apenas recurre a
las oraciones subordinadas cuando expone sus lecciones. Sucedía, sin embargo,
que su alumno era incapaz de mantener la atención fija; era incapaz de entender
los razonamientos más elementales; era incapaz de seguir el hilo de un relato
escrito. Mi amigo se quedó perplejo y horrorizado ante su confesión; y al
principio no supo si expulsarlo de clase con cajas destempladas o concederle
que grabase su lección. Pero pensó que ambas soluciones eran improductivas; así
que citó al alumno en su despacho, en un intento de comprender mejor las causas
de su deterioro cognitivo. El alumno acudió contrito al despacho de mi amigo,
como quien acude al confesionario, y en varias conversaciones le reconoció que
toda su vida, desde que se levantaba hasta que se acostaba, estaba ligada a los
diversos cacharritos y artilugios que le permitían mantenerse on line con
amigos y allegados: guasapeando, tuiteando, intercambiando vídeos, hablando por
el skype, a veces con varios a la vez, en un intercambio excitante.
Inevitablemente, el cerebro de aquel muchacho había
acabado por acompasarse a esta vida nerviosa y aturdidora, entretejida de
impresiones fugaces y asediada de estímulos cambiantes. Su atención se había
acabado convirtiendo en un pájaro enjaulado que salta a cada instante de uno a
otro balancín, por no detenerse nunca a considerar que está encerrado. Su
repudio de la letra impresa era una consecuencia natural de ese aturdimiento;
no podía entender un razonamiento mínimamente complejo por la sencilla razón de
que su cerebro se exasperaba tratando de hilvanar sus proposiciones, tratando
de desentrañar el significado de sus palabras, y buscaba los mensajes
inmediatos, netos, ramplones: las consignas, los apóstrofes, los enunciados más
sencillos que le permitiesen saltar de inmediato a cualquier otra simpleza que
irrumpiese, a modo de relámpago fugaz, en su cerebro. Todo ello envuelto en una
especie de ansiedad eufórica, como si el acopio incesante de estímulos fuese la
droga que su cerebro necesitaba para no perecer del todo, o para vivir esa vida
sin poso ni reposo, sin cognición ni discernimiento, una vida a modo de
incesante carrusel de novedades huidizas en la que no hay tiempo para leer, ni
para meditar, ni para conversar, ni para rezar, ni para amar, ni para hacer
ninguna de las cosas que hasta hace poco nos distinguían como humanos. Una vida
descerebrada y desalmada, ligada a una pantalla táctil, que tal vez sea el paso
previo (y tal vez sin retorno) a nuestro internamiento en la trituradora, allá
donde formaremos la papilla humanoide que conviene a los nuevos tiranos.
Porque cada vez resulta más evidente que esta vida
nerviosa es el cimiento de una nueva esclavitud, mucho más aberrante que
ninguna otra que la haya precedido: una esclavitud de esclavos eufóricos,
ansiosos de su droga, felices con su droga... ¡Y con título universitario!
Juan
Manuel de Prada 11/10/2015
Estilística
de las formas verbales
Los textos de opinión en la prensa suelen ser
argumentativos expositivos en su esencia, lo cual no impide que aparezcan otras
tipologías que se pongan al servicio de aquellos. En el caso que nos ocupa hay
una anécdota que le sirve al autor de punto de arranque y reflexión. Por eso no
es extraño encontrar un pret. perfecto simple dominando gran parte del texto (aconteció, solicitó, confesó, preguntó,
etc.) Cuando el autor se entretiene en explicar la conducta del joven en ese
pasado, es lógico que aparezca el pret. imperfecto (imaginaba, era, perdía, lograba, etc.). Y cuando se piensa explicar
la situación actual aparece el presente durativo: llegan, comprueban comentan, recopilan, , expresa, etc.
En lo que se refiere a las personas verbales, podemos
decir que en el texto sólo hay tercera persona. Excepción es un plural
inclusivo (formaremos) con el cual
manifiesta su autor su deseo de acercamiento a los lectores a pesar de sentirse
ajeno al fenómeno que se denuncia. Hay alguno infinitivos impersonales (sin
sujeto implícito) que sirven a la parte expositiva del texto y explican la situación
actual (no hay tiempo para meditar,
para conversar, para rezar, para amar, etc.)
En cuanto a las perífrasis verbales, las más frecuentes
son las de posibilidad (Pudieran corren,
podía llegar, pueden encontrar , no podía entender, etc.) que niegan la
capacidad de los jóvenes para algunas tareas.
Respecto a los modos, el subjuntivo es casi testimonial y
está reservado para la hipótesis: irrumpiese,
fuese, sea, haya precedido, etc.
El Registro
El
registro es la formula compleja y compleja que el emisor utiliza para
comunicarse con el recetor teniendo en cuenta lo que quiere conseguir, a
quien está hablando, que relación social hay entre ellos, etc. En los artículos
de opinión en prensa es requisito imprescindible el uso de un registro
estándar (sin localismos ni dialectalismos) con una perfecta
ortografía y un planteamiento lógico de un texto argumentativo expositivo. La
planificación preside todo el texto, lo cual nos permite adscribirlo al nivel
estándar cuando vemos que, como dicho texto ha de ser atractivo y, seguramente,
cercano a los lectores, dos registros conviven de manera natural en este ámbito
(lo culto y ciertas concesiones coloquiales). De todo lo cual son pruebas las
siguientes características:
A
nivel léxico semántico, encontramos una abundancia de cultismos tales
como contrito, abstruso,
escarnecer, repudio, etc. Este elevado número choca con escasos
coloquialismos (remolón, cacharritos), préstamos adaptados (guasapenado,
tuiteando) y un amplio vocabulario (cognición, poso, reposo,
discernimiento, etc.) que despliega, unido a las metáforas plásticas
con que quiere convencer a los lectores, conforman un texto literario de
alto nivel.
Por lo que a la sintaxis se refiere, predominan
los periodos amplios de grandes oraciones como las de la tercera columna que
llegan a extenderse más de quince líneas. A ello debe añadirse la variedad de
conjunciones que unen las proposiciones, En contraste con ello está
la única oración unimembre, al final del texto (¡Y con título universitario!)
En
cuanto a la entonación podemos decir otro tanto: todo el texto está con la
entonación enunciativa salvo la última oración, que es exclamativa y es
expresión de la contradicción que quiere denunciar el autor.
En
lo que atañe a la morfología, son significativos los compuestos cultos
(eufóricos) y derivados cultos (humanoides) frente a adaptaciones de préstamos
(tuiteando, guasapeando), diminutivos ( cacharritos) y un plural
inclusivo (formaremos).
En
definitiva, las características arriba señaladas son la prueba de que hay un
planteamiento ligeramente dialogizante con el lector, pero el
lector medio puede tener problemas de comprensión con algunas palabras, por lo
que podemos clasificarlo de medio-culto. Son pocas las concesiones que hace el
autor al público en general, si bien el tema es bastante próximo.