Poeta y dramaturgo español, nació y murió en El Puerto de Santa MarÃa (Cádiz).
2. HASTA EL EXILIO
Inicialmente se dedicó a la pintura. Se trasladó a Madrid con su familia, y en 1924 se le concedió el Premio Nacional de Literatura por el primer libro que publicó, Marinero en tierra. Se trata de una obra compuesta de poemas donde lo popular, en una lÃnea próxima al Romancero de Federico GarcÃa Lorca, se equilibra con una lÃrica refinada que universaliza el mar, convertido en mito y arquetipo. En 1926 apareció La amante, relato poético de un viaje en automóvil, al que sigue, al año siguiente, un nuevo libro de poemas, El alba del alhelÃ. Las tres obras se inscriben dentro de la tradición de los poetas anónimos del romancero y Garcilaso de la Vega, aunque con una sensibilidad de poeta vanguardista.
En 1929, tuvo lugar un cambio importante en su poesÃa, cuando publicó Cal y canto, influido por Luis de Góngora y por el ultraÃsmo. También de ese mismo año es Sobre los ángeles. Considerada su obra maestra, es una alegorÃa surrealista, en la que los ángeles representan fuerzas dentro del mundo real, y producto de una intensa crisis personal relacionada con lo que el propio poeta califica como “amor imposible” y los “celos más rabiosos”. El tono apocalÃptico se prolongó en Sermones y moradas (1930).
El surrealismo lo llevó a introducir asuntos personales en el ámbito de las cuestiones históricas, lo que supuso en él una inclinación hacia el anarquismo, como demuestra su elegÃa Con los zapatos puestos tengo que morir, de 1930. Posteriormente se afilió al Partido Comunista de España, y publicó, hasta 1937, un conjunto de libros que el autor denominó El poeta en la calle, aparecidos conjuntamente en 1938. También de la misma época son sus obras de teatro, entre las que destaca FermÃn Galán (1931). Posteriormente, y dentro de la misma lÃnea de carácter surrealista y polÃtico, escribió El adefesio, de 1944, y, de 1956, Noche de guerra en el Museo del Prado. De 1962 es su adaptación teatral de la novela La lozana andaluza, de Francisco Delicado. En Rafael Alberti es destacable también su afición por la corrida de toros, que lo ha llevado a realizar carteles taurinos, escribir poemas notables sobre el tema, e incluso salir a los ruedos en la cuadrilla de Ignacio Sánchez MejÃas.
3. DESDE EL EXILIO
Con su compañera, la también escritora MarÃa Teresa León, se vio obligado a exiliarse después de la derrota de la República en la Guerra Civil española. Vivió en Argentina hasta 1962. A partir de ese año residió en Roma, donde trabó amistad con Giuseppe Ungaretti, Pier Paolo Pasolini y Vittorio Gassman. No regresó a España hasta 1977; fue elegido diputado por la provincia de Cádiz en las primeras Cortes democráticas. El poeta recogió su vida durante los años de destierro en La arboleda perdida (1959 y 1987).
Entre la poesÃa no polÃtica de Alberti posterior a 1939, destacan Entre el clavel y la espada, de 1941, y A la pintura, de 1948, un brillante intento de describir un arte en términos de otro. En Retornos de lo vivo lejano, de 1952, y Baladas y canciones del Paraná, libro de poemas publicado el año siguiente, incluye canciones muy cercanas a las de Marinero en tierra, que ofrecen un universo nostálgico del que no está ausente la ironÃa. Algo que vuelve a ocurrir en el primer libro que publicó a su regreso a Europa, Roma, peligro de caminantes, de 1968.
Al lado de estos poemarios, están los poemas más estrictamente polÃticos inspirados por las circunstancias, como las muy conocidas Coplas de Juan Panadero, de 1949, y La primavera de los pueblos, de 1961. Entre la producción de Alberti posterior a su regreso a España, cabe destacar el libro de carácter erótico Canciones para Altair, publicado en 1989. Ha recibido muchos premios y reconocimientos, entre ellos el Premio Lenin de la Paz, en 1966, y el Premio Cervantes, en 1983.
(Muelle del Reloj)
A través de una niebla caporal de tabaco
miro al rÃo de Francia
moviendo escombros tristes, arrastrando ruinas
por el pesado verde ricino de sus aguas.
Mis ventanas
ya no dan a los álamos y los rÃos de España.
Quiero mojar la mano en tan espeso frÃo
y parar lo que pasa
por entre ciegas bocas de piedra, dividiendo
subterráneas corrientes de muertos y cloacas.
Mis ventanas
ya no dan a los álamos y los rÃos de España.
Miro una lenta piel de toro desollado,
sola, descuartizada,
sosteniendo cadáveres de voces conocidas,
sombra abajo, hacia el mar, hacia una mar sin barcas.
Mis ventanas
ya no dan a los álamos y los rÃos de España.
Desgraciada viajera fluvial que de mis ojos
desprendidos arrancas
eso que de sus cuencas desciende como rÃo
cuando el llanto se olvida de rodar como lágrima.
Mis ventanas
ya no dan a los álamos y los rÃos de España.
Rafael Alberti