La
lengua de las acotaciones.
El lenguaje de las acotaciones no suele
ser un lenguaje literario, porque su función en la obra es absolutamente
referencial (dar al director los datos precisos para el montaje); sin embargo,
Valle convierte las acotaciones de sus obras en material literario, así que,
además de su natural función referencial, cumplen también una función poética
dentro del texto dramático. Y esto lo
hace por varios motivos. Primero porque Valle creía que una obra teatral era
una obra completa en la que se podían unir lo dramático, lo lírico y lo
narrativo. Tal es así que muchas acotaciones son imposibles de materializar en
un escenario. Y en segundo lugar, estas acotaciones tan literarias permitían a
los lectores visualizar, como si se tratase de una novela, una obra dramática
de difícil representación, porque la dificultad de su puesta en escena y los
problemas de censura, hacían poco probable que fuerA estrenada en un teatro
comercial.
En las acotaciones también
encontramos los mismos extremos y contrastes que encontrábamos en la lengua de
los diálogos. Junto al miserabilismo de “pringoso”, “fantoche” o “pelón”, una
prosa rítmica plagada de rimas internas (“periodista y florista” , III;
“versallesco y grotesco”,IV), bimembraciones (“una calle enarenada y
solitaria”, IV), trimembraciones (“unos son largos, tristes y flacos; otros,
vivaces, chaparros y carillenos”, IV) y enumeraciones (“greñas, pipas, gabanes
repelados y alguna capa”, VII).
Es frecuente la aparición de
metonimias (“el farol, el chuzo, la caperuza de sereno, bajan…”, XI),
sinestesias (“borrosos diálogos”, III; “asfalto sonoro”, IV), comparaciones (“irónico
como un ateniense, ceceoso como un cañí”, IV) y metáforas (“el marfil de sus
sienes”, VII).
No podemos pasar por alto la
presencia de imágenes sorprendentes y deslumbradoras: “Una ráfaga de emoción
mueve caras y actitudes”, III; “del antro apestoso de aceite van saliendo
deshilados, uno a uno, en fila india…” IV.
Importantísima es la
adjetivación y los sustantivos en las acotaciones que, gracias a la superposición de imágenes
pertenecientes a campos semánticos opuestos y disonantes, crean combinaciones
esperpénticas como sinestesias: «Aire de cueva y olor frío de tabaco rancio»,
«Épico rugido del mar», «gritos internacionales», «en los ojos tristes un
vidriado triste», «Mala sombra»; sinécdoques que describen a los personajes
sólo por sus rasgos más particulares ridiculizándolos mayormente: «Chalinas
flotantes, pipas apagadas, románticas greñas», «Hongos, garrotes, cuellos de
celuloide, grandes sortijas, lunares rizosos y flamencos», «La cabeza desnuda,
humorista y lunático, irrumpe Max», «pipas, chalinas y melenas del modernismo»,
«Zaratustra, la cara de tocino rancio y la bufanda de verde serpiente». Un
lugar importante mantienen las comparaciones: «los tres visitantes, reunidos
como tres pájaros en una rama, ilusionados y tristes»; en esta, por ejemplo, se
aporta un ejemplo más de animalización y de extravagante adjetivación, también
aquí «los pecadores se achicharran como boquerones» o «Los obreros se
reproducen populosamente, de un modo comparable a las moscas. En cambio los
patronos, como los elefantes, como todas las bestias poderosas» o «¡Parece
usted un chivo loco!».
Y todo ello organizado con una
sintaxis descoyuntada que usa magistralmente los recursos de la puntuación que separan multitud de
proposiciones subordinadas (acotación escena III), incisos, frases nominales..., con
abundantes incisos, escuetas enumeraciones inconexas, ablativos absolutos,
frases nominales, etc;