viernes, 14 de diciembre de 2012

La sangre derramada, comentario

Federico García Lorca


La sangre derramada



¡Que no quiero verla!

Dile a la luna que venga,
que no quiero ver la sangre
de Ignacio sobre la arena.

¡Que no quiero verla!

La luna de par en par.
Caballo de nubes quietas,
y la plaza gris del sueño
con sauces en las barreras.

¡Que no quiero verla!

Que mi recuerdo se quema.
¡Avisad a los jazmines
con su blancura pequeña!

¡Que no quiero verla!
La vaca del viejo mundo
pasaba su triste lengua
sobre un hocico de sangres
derramadas en la arena,
y los toros de Guisando,
casi muerte y casi piedra,
mugieron como dos siglos
hartos de pisar la tierra.
No.

¡Que no quiero verla!

Por las gradas sube Ignacio
con toda su muerte a cuestas.
Buscaba el amanecer,
y el amanecer no era.
Busca su perfil seguro,
y el sueño lo desorienta.
Buscaba su hermoso cuerpo
y encontró su sangre abierta.
¡No me digáis que la vea!
No quiero sentir el chorro
cada vez con menos fuerza;
ese chorro que ilumina
los tendidos y se vuelca
sobre la pana y el cuero
de muchedumbre sedienta.

¡Quién me grita que me asome!
¡No me digáis que la vea!

No se cerraron sus ojos
cuando vio los cuernos cerca,
pero las madres terribles
levantaron la cabeza.
Y a través de las ganaderías,
hubo un aire de voces secretas
que gritaban a toros celestes
mayorales de pálida niebla.
No hubo príncipe en Sevilla
que comparársele pueda,
ni espada como su espada
ni corazón tan de veras.
Como un río de leones
su maravillosa fuerza,
y como un torso de mármol
su dibujada prudencia.
Aire de Roma andaluza
le doraba la cabeza
donde su risa era un nardo
de sal y de inteligencia.
¡Qué gran torero en la plaza!
¡Qué buen serrano en la sierra!
¡Qué blando con las espigas!
¡Qué duro con las espuelas!
¡Qué tierno con el rocío!
¡Qué deslumbrante en la feria!
¡Qué tremendo con las últimas
banderillas de tiniebla!

Pero ya duerme sin fin.
Ya los musgos y la hierba
abren con dedos seguros
la flor de su calavera.
Y su sangre ya viene cantando:
cantando por marismas y praderas,
resbalando por cuernos ateridos,
vacilando sin alma por la niebla,
tropezando con miles de pezuñas
como una larga, oscura, triste lengua,
para formar un charco de agonía
junto al Guadalquivir de las estrellas.
¡Oh blanco muro de España!
¡Oh negro toro de pena!
¡Oh sangre dura de Ignacio!
¡Oh ruiseñor de sus venas!
No.
¡Que no quiero verla!
Que no hay cáliz que la contenga,
que no hay golondrinas que se la beban,
no hay escarcha de luz que la enfríe,
no hay canto ni diluvio de azucenas,
no hay cristal que la cubra de plata.
No.
¡¡Yo no quiero verla!!


4 - Llanto por Ignacio Sánchez Mejías ("La Sangre derramada")

Esquema del comentario

  1. Introducción.
  2. Estructura y contenido.
    • Estructura
    • Contenido
  3. Expresión y Lenguaje
  4. Conclusión.




Una tarde a Agosto de 1934 en la plaza manchega de Manzanares Ignacio Sánchez Mejías sufrió una grave cogida que le acarreó la muerte pocas horas después. Era el torero amigo de poetas entre los que se contaban García Lorca y Alberti. Había tenido aficiones literarias y llegó a publicar una obra de teatro Sinrazón. Ambos amigos iban a dedicar sendas elegías al mismo amigo, al amigo torero. Pero no hay en estos versos nada que pueda parecerse al pintoresquismo fácil. Se trata de dos testimonios de amistad sentida. Nos ocupamos hoy de "Llanto por Ignacio Sánchez Mejías". En otra ocasión abordaremos la de Alberti.


1. Introducción -


Llanto es el nombre tradicional que durante siglos han recibido las elegías. Recordemos el más famoso de todos las "Coplas" de Jorge Manrique. La literatura está llena de elegías pues no hay nada mas común que la muerte y nada tan habitual que los lamentos de familiares y deudos del difunto. En este "llanto" o elegía por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías, Lorca va a cantar la muerte del torero y del amigo. En ella se unen lo lírico, lo épico y lo dramático. El poema entero consta de cuatro partes y son una síntesis de la poesía lorquiana (según palabras de Pedro Salinas). Para el comentario hemos escogido la parte que se titula "La sangre derramada". Es la segunda parte y nos parece las más significativa. Lorca aborda de modo lírico el dolor que le causa la muerte del amigo; lo exalta de modo épico en sus hazañas toreras; representa la escena dramáticamente en el escenario de la acción: una plaza de toros. Cada uno de estos puntos de vista, cada una de estas miradas están integradas en el conjunto del poema. El romance es la forma que adopta el poema en esta segunda parte rompiendo con los octosílabos de la primera parte y prolongando esa veta popular que tiene el poema entero.


2. Estructura y Contenido -


"La sangre derramada" en la plaza de toros es el leitmotiv del poema. Nada mas empezar el texto el poeta rechaza de modo rotundo el hecho, rebelándose contra la presencia de la sangre: "¡Que no quiero verla!". Al final recordando a Jorge Manrique hace un elogio encendido de su amigo (vs. 50 - 70 :"Pero no hubo príncipe en Sevilla...").
2. 1. Estructura. El Llanto es un momento de culminación de la poesía de Lorca no solamente por ese saber hacer verso a verso sino por el afán de estructurar este largo poema en un conjunto armonioso en el que cada parte sea una unidad pero formando parte de un conjunto superior. Este largo poema (el más largo de G. Lorca, tiene 220 versos) consta de cuatro parte que son como las partes de que consta una sonata (sentido musical) que se refuerza en los modelos métricos elegidos para la ocasión: distintos en cada una de las partes.
El andalucismo que cabría esperar en el título se ha transformado bajo el influjo del libro y del mundo que había arraigado en Poeta en Nueva York. El poema adquiere una grandiosidad cósmica que la luna aporta (semejante a la que puede verse en Poeta en Nueva York), "la vaca del viejo mundo/pasaba su triste lengua/sobre un hocico de sangres/derramadas en la arena...". La luna vampirizando la sangre del torero, la lucha del torero con la muerte, la expansión de la noticia por el mundo...
2.2. Contenido Es esta parte segunda del poema podemos ver también una estructura bien definida en lo que se refiere tanto al contenido como a la métrica. Se refiere tanto al contenido del poema como a la forma métrica que acompasa cada una de esas partes y le da mayor perfección. a - El poeta expresa su dolor ante la muerte del amigo: la sangre derramada en la plaza. El grito de dolor equivale a la repetida negación a ver la sangre, expresado del mismo modo o con variantes mínimas (versos 1-45). Los cuatro versos siguientes (versos 46-49) irrupción onírica en este mundo lleno de dolor hacen de transición hacia la segunda parte. El octosílabo de romance sirve para narrar en esta primera parte. - TENSIÓN - . b - Viene a continuación un retrato del torero? sobresalen la cualidades de valor, fuerza, prudencia, elegancia, gracia, ternura, carácter...(versos 50-69). Un verso de transición hacia la siguiente parte (veros 70). "Pero ya duerme sin fin". Los veros de 10 sílabas rompen el ritmo de la narración y aparece el dolorido sentir del amigo, de modo más sosegado. - DISTENSIÓN - .c - Se incide de nuevo en el dolor que la muerte le causa y la imagen de la sangre que lo va cubriendo todo llena de nuevo los veros. El estribillo reiterado da mayor intensificación puesto que hemos llegado al climax (versos 71-94) Al final del poema una mezcla de versos interrumpen brúscamente el poema y dan fin a esta tercera parte. - CLIMAX - . Así pues tanto el contenido como la estructura métrica van modulando de modo adecuado el desarrollo emocional del poema.


3. Expresión y lenguaje -


Hemos insistido ya en el uso de la métrica como una recurso recurrente que se ve además reforzado por la constante reiteración mientras se pliega a las necesidades del sentimiento y del contenido. Cumple la misión de dar cuenta de la idea obsesiva que recorre el poema: no querer ver la sangre prueba irrefutable de la muerte del amigo. Pero existen otros variados recursos.
Siguiendo la tradición también en esto Lorca utiliza con frecuencia los paralelismos que aparecen a final de la loa del torero (versos 63-69) y en las dos últimas estrofas (versos 82-85 / 88-92). En la mayoría de estos versos paralelísticos se recurre a expresiones oníricas, irreales: "banderillas de tiniebla", "¡qué bando con las espigas!", etc. El paralelismo puede ser también sintáctico. Consiste en gerundio + sintagma preposicional:


"Y su sangre ya viene cantando:
cantando por marismas y praderas,
resbalando por cuernos ateridos,
vacilando sin alma por la niebla...".
No todo es, por tanto, en G. Lorca tradición aquí aparece también una renovación sin duda querida por el poeta, un lenguaje de nuevo estilo.
El léxico se reparte entre lo que parece habitual mirado desde el tema de que trata, corrida de toros, y un uso peculiar al que lo somete el poeta. El contexto confiere al uso de esta terminología taurina, propia del campo, de las faenas agrícolas una connotación que se sitúa entre la ensoñación y la irrealidad: el caballo de nubes quietas, la plaza gris del sueño, los sauces de las barreras. Sobre la realidad se superponen otra realidad. Sobre la plaza en la que el toro cogió a Ignacio se superpone otra plaza: "la plaza gris del sueño". "Sueño" metáfora que nombra a la muerte, "el sueño eterno" se suele decir comúnmente. Y la sangre, es decir, la muerte, que es lo mismo rezuma por todos los versos. Se metarmofosea en luna, en forma de vaca, que succiona la sangre (versos 15-18); en figura de toros totémicos de Guisando (que vienen del fondo de los siglos y de los tiempos) que acompañan a la vaca (versos 19-22). Pasamos de lo anecdótico taurino a lo cósmico lunar, a la dimensión cósmica de la muerte. Los versos 46-49 tienen unas resonancias gongorinas que indican la función cósmica de la evocación:


"Y a través de las ganaderías,
hubo un aire de voces secretas
que gritaban a toros celestes,
mayorales de pálida niebla."


La luna (vaca), los toros de Guisando, las ganaderías, los toros celestes, el cosmos, el cielo son testigos de la sangre derramada son los agentes celestiales de la muerte. Pero en el momento de la cogida se hallan presentes también Las Parcas "las madres terribles / levantaron la cabeza". Así pues el cielo (luna, toros, etc...), el infierno lugar en el que residen las parcas, y la tierra (la plaza) todo es sino y confabulación que inebitablemente conduce a la muerte: "la sangre derramada".
Llega luego lo que podríamos llamar el apoteosis de la sangre, que lo invade y lo anega todo. La sangre que va resbalando, vacilando, tropezando "como una larga, oscura, triste lengua / para formar un charco de agonía / junto al Guadalquivir de las estrellas" (la Vía Lactea piensa García Posada).
"La sangre derramada" configura de este modo todo un mundo de evocaciones celestes e infernales en el que domina el agudo sentido de lo fatal, de lo inevitable ya que parece decir el poeta que todo estaba escrito en las estrellas (cielo, cosmos) y en las profundidades del infierno (Parcas).


4. Conclusión -


El sentimiento que prevalece en este poema de García Lorca es el de la desolación ante la fatalidad de la muerte. Por muy grandes que sean los hombres, y Ignacio lo era, la muerte es inevitable y a veces fatal. Es el poema una muestra paradigmática de la superación de lo étnico, de lo andaluz e hispánico, llegando a la cima más alta de Lorca. Si nos referimos al contenido del poema podemos concluir el comentario señalando que por parte del poeta hay una aceptación de la fatalidad de la muerte que solamente se señala plenamente al final de la tercera parte del Llanto por Ignacio Sánchez Mejías:


"Duerme, vuela, reposa: ¡También se muere el mar!"


Ignacio era muy grande, era un gran torero de dimensiones cósmicas pero más grande es el mar y "también se muere el mar". ¿Cómo no aceptar que Ignacio muera?